A partir de los 3 años comienza la etapa de las preguntas y los niños no paran de preguntar el porqué de todo, hasta de las cosas más sencillas… Múltiples preguntas que pueden acabar agotándonos, pero, aun así, no debemos ignorarles, sino responderles siempre con paciencia ya que esta etapa forma parte de su desarrollo.

¿Por qué los niños hacen tantas preguntas?

Los bebés nacen con una gran curiosidad por el mundo que les rodea y quieren saber cómo funciona todo y para qué sirve. Sin embargo, no pueden dar rienda suelta a su curiosidad hasta que aprenden a hablar ya que el lenguaje les permite preguntar el por qué de todo y buscar respuestas a sus múltiples preguntas.

Y ahí está la clave de esta etapa…  Todo les parece nuevo y sorprendente y quieren entender cómo funciona todo, hasta las cosas más sencillas, por eso hacen tantas preguntas: ¿Por qué llueve? ¿Por qué hay que bañarse? ¿Por qué los tomates son rojos? Y así hasta el infinito ya que, al contrario que nosotros, ellos no se cansan de preguntar y de indagar. De hecho, se ha calculado que los niños de 3 a 6 años pueden hacer hasta 76 preguntas por hora…

Y no solo hacen muchas preguntas, sino que pueden preguntarnos lo mismo varias veces, incluso aunque les hayas respondido, lo que puede acabar sacándonos de quicio.

Pero esta etapa forma parte de su desarrollo y, de hecho, muestra su avance físico, intelectual y del habla, por lo que no solo no debemos preocuparnos, sino que debemos alegrarnos ya que implica que nuestro hijo es curioso y tiene una mente despierta que quiere saber más. Preguntar es una de las capacidades cognitivas más importantes ya que implica que los niños empiezan a tener capacidad de abstracción.

Además, hacer preguntas es su forma de aprender y potenciar su mente ya que al preguntar y obtener respuestas realizan conexiones mentales y mejoran su conocimiento del mundo. Y también les ayuda a desarrollar su lenguaje, aumentar su vocabulario y perfeccionar su expresión oral.

También es una forma de interactuar con nosotros y llamar nuestra atención. Ellos saben que, al preguntarnos algo, les hacemos caso, lo que fortalece nuestro vínculo y les da seguridad y claridad en un mundo que les resulta tan confuso.

¿Pueden las preguntas repetitivas ser síntoma de algún trastorno?

Algunos padres se preocupan por si el hecho de que sus hijos hagan tantas preguntas repetidas puede ser síntoma de algún trastorno como el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) o el Trastorno del Espectro Autista (TEA o autismo). Sin embargo, estos trastornos van acompañados de otros muchos síntomas que pueden hacer sospechar que hay algo más tras esas constantes preguntas, como ansiedad, obsesiones, hiperactividad, problemas para concentrarse, problemas para relacionarse con los demás, conductas repetitivas, aliteraciones, etc.

Si tu hijo simplemente es muy curioso, no debes preocuparte.

¿Por qué preguntan lo mismo varias veces?

En cuanto al por qué preguntan algo varias veces, a pesar de que ya se lo hayas respondido, puede deberse a que, simplemente, no te escuchó ya que la capacidad de atención de los niños de esta edad es limitada y se distraen con cualquier cosa.

Además, su cerebro está madurando y a veces diferentes áreas del cerebro están procesando a la vez la nueva información, lo que significa que puede no haberles quedado clara la respuesta y preguntan de nuevo para asegurarse de que entienden la respuesta.

O puede que tu respuesta no fuera lo que buscaba y no haya resuelto su duda, por eso pregunta de nuevo y seguirá haciéndolo hasta que obtenga la respuesta que necesita.

Por lo tanto, en general, los niños preguntan varias veces lo mismo porque necesitan más aclaraciones.

 ¿Cómo actuar ante sus constantes preguntas?

Lo primero que debes saber es que es muy importante que respondas a todas sus preguntas con paciencia, por muy cansado que estés ya que esta etapa forma parte esencial de su desarrollo y es necesario que le prestes atención y le contestes.

Intenta que las respuestas sean claras y concisas, adaptadas a su edad y madurez. Busca un lenguaje que pueda comprender y no te líes con explicaciones muy complejas ya que, muchas veces, solo necesitan una respuesta corta y clara. Los niños necesitan respuestas específicas y concretas que sigan la fórmula de causa- efecto. Y, si no le queda claro, te lo hará saber con más preguntas.

Si te hace la misma pregunta varias veces, puede que sea porque no entiende bien tu respuesta o porque no sabe cómo preguntar lo que realmente quiere saber. Intenta comprender qué necesita saber y cuál es su duda real para buscar la mejor forma de contestarle. Puedes hacerle más preguntas tú para saber si estás acertando o no con las respuestas y si se queda satisfecho. “¿Lo entiendes? ¿Qué más quieres saber?” Incluso puedes preguntarle a él por qué crees que ocurre para ayudarle a pensar.

Mírale a los ojos al responder a sus preguntas para comprobar si te está escuchando atentamente o no.

Y si no sabes la respuesta a algo, no pasa nada. Dile que no lo sabes y buscad juntos las respuestas. Lo importante no es que sepas todas las respuestas, sino que le hagas caso y le ayudes a encontrarlas.

Cuando tu hijo te pregunte lo mismo por enésima vez, desafíalo a buscar la respuesta o buscadla juntos.

Si en algún momento estás muy ocupado con algo importante y no le puedes responder, explícaselo. Hazle ver que ahora no puedes, pero que, en cuanto tengas un momento, estarás con él y le harás caso.

Y nunca te canses de él, le digas que es un pesado o que pare de preguntar. Tampoco le prohíbas preguntar sobre temas más embarazosos o complicados. En estos años se están asentando las bases de la confianza y la comunicación entre vosotros y, si nota que no le haces caso, puede que deje de preguntarte y de contarte cosas. Haciéndole caso, sientas las bases de una buena relación, fundamental cuando tu peque se haga adolescente.

Y si se pone realmente pesado, puede que sea porque está cansado o aburrido y solo quiere llamar tu atención, pero las respuestas ahora mismo le dan igual. En ese caso, debes buscar algún entretenimiento, juego o actividad diferente para que deje el tema de las preguntas. Y hazle ver que, si no se toma en serio las preguntas, tú tampoco lo tomarás en serio. Lo que nunca se debe hacer es ignorarlo por completo.

Fuente:

Javier Urra, doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud