Las fórmulas de leche de crecimiento están especialmente diseñadas y adaptadas a las necesidades fisiológicas y nutricionales de niños de 1 a 3 años, por lo que ofrecen muchos beneficios para su salud.

Características de las fórmulas de crecimiento

Las fórmulas de crecimiento son un estadio intermedio entre las fórmulas de continuación y la leche de vaca. A partir de los 12 meses, los bebés ya pueden beber la leche de vaca pasteurizada normal que tomamos los adultos. Sin embargo, algunos expertos en nutrición consideran que sus sistemas digestivo y renal aún no han madurado del todo, por lo que es mejor ofrecerles una leche especial que se adapte mejor a sus necesidades fisiológicas y nutricionales.

La Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas (ESPGHAN), considera que la leche de vaca no es un alimento adecuado para los lactantes de esta edad, ya que contiene una concentración excesiva de proteínas, calcio, fósforo y sodio y, además, presenta déficits de ácidos grasos esenciales, hierro, vitamina C, D, E y niacina. Por ello, apuestan por las leches de crecimiento para niños de 1 a 3 años.

En general, estas leches se elaboran a partir de la leche de vaca o de cabra, pero modificando las proporciones de sus nutrientes, de forma que se adapten mejor a las necesidades del niño.

La composición nutricional de las fórmulas de crecimiento se acerca más a la de una fórmula de continuación que a la leche de vaca. Presentan un aporte energético similar o algo superior (65-77 kcal/100 ml) y están suplementadas con hierro, vitaminas y oligoelementos:

  • Proteínas: su contenido en proteínas es más alto que el de las leches de continuación, pero menor que en la leche de vaca (por lo general, un 20% inferior). Así, se evita la excesiva ingesta proteica propia de la dieta occidental.
  • Hidratos de carbono: contienen azúcares complejos que mantienen la glucemia en niveles constantes para suministrar energía al organismo de forma progresiva.
  • Grasas: ricas en grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas como ácido linoleico (omega 6), ácido α-linolénico (omega 3) y ácido docosahexaenoico (DHA).
  • Minerales: aportan minerales esenciales a esta edad como hierro, calcio, zinc, cobre, selenio, potasio, cloruro, fósforo y yodo.
  • Vitaminas: vitamina D, A, E, K, C, B1, B2, B9 o ácido fólico, B12, biotina y ácido pantoténico.

Beneficios de las fórmulas de crecimiento

  • Son más fáciles de digerir, por lo que se evitan alteraciones como gases e hinchazón de tripa.
  • Su sabor es más parecido al de las leches de continuación, por lo que son mejor aceptadas por los niños, que a veces no quieren beber leche.
  • Su alto contenido en hierro evita la anemia ferropénica, un problema de salud habitual en niños a estas edades. La deficiencia de hierro puede ser la responsable de trastornos mentales y psicomotores. Para prevenir la deficiencia de hierro en el niño pequeño, se ha recomendado dar suplementos de hierro o enriquecer con hierro las fórmulas lácteas u otros alimentos. La ingesta de fórmulas de crecimiento enriquecidas con hierro es más efectiva que otros alimentos para evitar este déficit.
  • Estas leches también aportan un alto contenido en ácidos grasos poliinsaturados, especialmente los pertenecientes a la serie Omega 3, concretamente el ácido α-linolénico y sus derivados de cadena larga: eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA). Estos ácidos son de vital importancia para el desarrollo cerebral y de la retina o la regulación de la respuesta inmunitaria.
  • El déficit de vitamina D es otro problema habitual en niños de 1 a 3 años. En niños con una dieta muy pobre en esta vitamina pueden aparecer problemas como desmineralización de los huesos y los dientes. Este déficit se puede prevenir mediante la suplementación y las leches de crecimiento.
  • Aportan más yodo que la leche de vaca normal, necesario para producir hormonas tiroideas. Estas hormonas controlan el metabolismo del cuerpo y muchas otras funciones importantes como el desarrollo apropiado de los huesos y el cerebro durante el embarazo y la infancia.
  • Estas leches aportan gran cantidad de minerales, como el selenio o el zinc, y vitaminas A, C y E que ayudan a evitar el estrés oxidativo y, por lo tanto, el ataque de los radicales libres a las células en desarrollo.
  • Tienen un menor riesgo de sobrecarga renal, por su menor contenido en proteínas (respecto a la leche de vaca). Asimismo, un aporte excesivo de proteínas en la primera infancia se ha asociado a un riesgo aumentado de padecer obesidad más adelante.
  • Contienen taurina, un aminoácido importante para un adecuado desarrollo del sistema nervioso central y la visión en el niño.

Fuentes:

Asociación Española de Pediatría (AEP)

Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas (ESPGHAN)