A partir de los 12 meses, los bebés ya pueden beber la leche de vaca pasteurizada normal que tomamos los adultos, pero las leches de crecimiento les ofrecen una serie de ventajas que pueden hacer que sean preferibles durante un tiempo.
Propiedades de las leches de crecimiento
Antes de los 12 meses los bebés no pueden tomar leche de vaca normal ya que su sistema digestivo no puede digerir esta leche, por lo que aquellos lactantes que no son alimentados con leche materna deben recurrir a las leches de fórmula de inicio o de continuación, adaptadas para bebés de 0 a 12 meses.
Sin embargo, desde el año de edad ya pueden beber leche de vaca normal, por lo que muchos padres se preguntan si realmente es necesario usar leches de crecimiento o no. Estas leches están formuladas para proporcionar nutrientes específicos que son importantes durante esta etapa de desarrollo (entre 1 y 3 años).
Así, la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas (ESPGHAN), considera que la leche de vaca no es un alimento adecuado para los lactantes de esta edad, ya que contiene una concentración excesiva de proteínas, calcio, fósforo y sodio y, además, presenta déficits de ácidos grasos esenciales, hierro, vitamina C, D, E y niacina. Por ello, apuestan por las leches de crecimiento para niños de 1 a 3 años.
En general, estas leches se elaboran a partir de la leche de vaca o de cabra, pero modificando las proporciones de sus nutrientes, de forma que se adapten mejor a las necesidades del niño.
Aunque cada marca puede tener su propia fórmula, en general, las leches de crecimiento suelen tener características como:
– Mayor contenido de hierro: ayuda en el desarrollo cognitivo y previene la anemia, ya que los niños en esta etapa a menudo necesitan más hierro.
– Mayor cantidad de calcio y vitamina D: contribuyen al desarrollo saludable de los huesos y dientes.
– Contenido equilibrado de proteínas, para apoyar el crecimiento muscular y óseo.
– Ácidos grasos esenciales como el omega-3, omega-6 y ácido docosahexaenoico (DHA), que son importantes para el desarrollo cerebral y de la vista.
– Vitaminas y minerales adicionales para asegurar una ingesta adecuada de nutrientes esenciales como zinc, cobre, selenio, potasio, cloruro, fósforo y yodo entre los minerales y vitamina D, A, E, K, C, B1, B2, B9 o ácido fólico, B12, biotina y ácido pantoténico en las vitaminas.
– Proteínas: su contenido en proteínas es más alto que el de las leches de continuación, pero menor que en la leche de vaca (por lo general, un 20% inferior). Así, se evita la excesiva ingesta proteica propia de la dieta occidental.
Entonces, ¿le doy a mi hijo leches de crecimiento o no?
Estas leches tienen una serie de ventajas que pueden hacer que sean mejores para los lactantes hasta los 2 o 3 años. Por ejemplo, son más fáciles de digerir, por lo que evitan problemas como gases o hinchazón abdominal.
Su sabor es más parecido al de las leches de continuación, por lo que son mejor aceptadas por los niños y pueden ser una buena transición a la leche de vaca normal, que muchos niños rechazan por su sabor más fuerte.
Además, aportan más hierro que la leche de vaca, por lo que ayudan a evitar la anemia ferropénica, un problema de salud habitual en niños a estas edades. Un estudio determinó que estas leches enriquecidas pueden evitar la anemia y los problemas asociados al déficit de hierro en niños, como trastornos mentales y psicomotores.
También aportan un alto contenido en ácidos grasos poliinsaturados, especialmente los pertenecientes a la serie Omega 3, concretamente el ácido α-linolénico y sus derivados de cadena larga: eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA). Estos ácidos son de vital importancia para el desarrollo cerebral y de la retina o la regulación de la respuesta inmunitaria.
El déficit de vitamina D es otro problema habitual en niños de 1 a 3 años. En niños con una dieta muy pobre en esta vitamina pueden aparecer problemas como desmineralización de los huesos y los dientes. Este déficit se puede prevenir mediante las leches de crecimiento, ricas en calcio y vitamina D.
Aportan más yodo que la leche de vaca normal, necesario para producir hormonas tiroideas.
Y tienen un menor riesgo de sobrecarga renal, por su menor contenido en proteínas (respecto a la leche de vaca). Asimismo, un aporte excesivo de proteínas en la primera infancia se ha asociado a un riesgo aumentado de padecer obesidad más adelante.
Y si bien es cierto que estos beneficios se pueden obtener igualmente de una dieta variada y saludable, la alimentación de los peques de 1 a 3 años no siempre es lo variada que debería ser ya que están aprendiendo a comer nuevos alimentos por lo que, durante la transición de la dieta solo de leche a la dieta de un adulto, hasta que obtengan todos los nutrientes que necesitan de su alimentación, las leches de crecimiento pueden ayudarles a evitar déficit. Una vez logrado este objetivo, la leche de vaca puede ser suficiente.
El único contra de las leches de crecimiento es que son un poco más caras que la leche de vaca normal, pero, como decíamos, pueden ser una buena opción mientras que el bebé no come de todo.
Eso sí, asegúrate de elegir una leche adecuada para niños de esta edad que no contenga muchos azúcares y que le ofrezca todos los nutrientes que necesita.
Fuentes:
Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas (ESPGHAN)
Matsuyama, M., Harb, T., David, M., Davies, P., & Hill, R. (2017). Effect of fortified milk on growth and nutritional status in young children: A systematic review and meta-analysis. Public Health Nutrition, 20(7), 1214-1225. doi:10.1017/S1368980016003189